Una nota
puesta en su expediente dice: “Muerto por defender a su Patria en su puesto de
centinela, el 13 de septiembre de 1847. Marcó el alto a los asaltantes, que
continuaron avanzando. Mató de un balazo a uno de ellos e hirió de un
bayonetazo en el estómago a otro, y fue muerto en su puesto luchando al arma
blanca. Fue muerto por su bravura, pues su juventud hizo a los asaltantes
vacilar en su ataque, hasta ser atacados por él.”
José
T. Cuéllar así narró lo sucedido: “El alumno Suárez era delgado, nervioso y de
constitución delicada pero de mirada viva y de ánimo resuelto. Desde que
comenzó el asalto, el fuego de fusilería se generalizó por todas las líneas. Yo
me mezclé de mi orden en un pelotón de soldados del batallón de San Blas y me
puse con ellos a hacer fuego en el pasillo o glorieta semicircular del mirador.
Después de haber agotado el parque de mi cartuchera, una detonación sobre mi
cabeza me hizo volver la cara: el enemigo estaba a cinco pasos. En ese momento
vi correr a Suárez con su pequeño fusil en la mano, a tiempo que el primer
estadounidense bajaba la escalera. Suárez subió a su encuentro y con formidable
golpe atravesó al enemigo por el estómago”.
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